sábado, 30 de marzo de 2013

Coca-cola y pepinillos. Good Bye, Lenin!

Con el fin de la Guerra Fría, acabó la historia del s.XX. Así define el profesor y autor Juan Carlos Pereira la caída del muro de Berlín, uno de los momentos más bonitos de la Historia. 

Cartel de la película
¿Cómo sería pasar esa historia al cine? Metes en una coctelera historia, cine, Europa, y comedia, y tras revolverlo un poco, surge Good Bye, Lenin! Un film de Wolfgang Becker, donde Daniel Bruhl y Chulpan Jamatova viven con mucha intensidad desde octubre de 1989, hasta el verano en el que la Alemania unificada gana el Mundial de 1990. 

Todos y cada uno de los seres vivos con cerebro desarrollado, son capaces de acordarse de ese jueves 9 de noviembre de 1989, cuando el muro de Berlín, que separaba la RDA de la Alemania Occidental se venía abajo, dando fin a un periodo que los germanos no recuerdan con especial cariño. Es por eso que la ironía que destila la película es muy directa. Christiane Kerner caerá en un coma de ocho meses, perdiéndose todos estos cambios tan vitales en su República Democrática Alemana

La llegada del capitalismo, la extinción del comunismo, el consumismo y la unidad patria serán los nuevos principios de un nuevo país. Christiane, ferviente líder del Partido Socialista Unificado de la RDA, se despierta del coma en un nuevo mundo. Los médicos aconsejan a su hijo Alexander que no le de grandes sustos ni grandes sorpresas, por lo que en la habitación de su casa, el comunismo seguirá tan fuerte como nunca. 

Madre e hijo

Con guiños a La Naranja Mecánica, y al Pequeño Dictador, la película tiene un enorme carácter historiográfico. Cuando el Burger King se impuso a la Universidad, los valores cambiaron radicalmente, y había veinte tipos diferentes de pepinillos en cada supermercado. 

Imprescindible para entender lo que era la Guerra Fría, lo que fue en Europa el comunismo, y lo que va a pasar en un futuro con Corea del Norte y Corea del Sur. Los premios que recibió en su año de publicación - el 2003- demuestran la enorme calidad de un filme que debería ser visto por todo aquel amante del cine y de la historia. 


domingo, 10 de marzo de 2013

Argo, EEUU y Jomeini

Ben Affleck y Bryan Cranston

"Argoderse", que diría Tony Mendez -encarnado por Ben Affleck- cuando Argo recibió el premio de mejor película en la 85 edición de los Oscars. Es complicado, pero parece que poco a poco las películas de carácter político se van asentando en Hollywood, y la fábrica de los sueños va dejando los Terminator y los Robocops en un segundo plano. 

Buenísima película, de un hombre que deberá ser un referente en el cine americano en los próximos años. La historia adaptada por Ben Affleck, siendo director y protagonista -de lo primero mucho mejor que de lo segundo-, pone los pelos de punta a todo aquel con un poco de sensibilidad con Oriente Próximo. 
Lo mejor de la película es sin lugar a dudas como se cuidan todos los detalles de la escenografía , así como su historicidad. 

Cuando la revolución de Jomeini tenía un carácter íntegramente popular, EEUU era en Irán el enemigo público número uno. El asalto a la embajada estadounidense se cobró muchos rehenes y muchas víctimas, pero seis personas pudieron escapar, alojándose con los canadienses. A partir de ahí, la CIA dirigiría un proyecto para sacar del país a esas seis personas, que en Teherán correrían la peor de las suertes. Argo, una falsa película, es la excusa con la que la CIA -disfrazada de productora de cine- entra en la ciudad para sacar a los allí retenidos. 

La tensión para el espectador es la premisa principal al empezar a ver el filme. Mientras Méndez y los suyos recorren las calles de Teherán, el miedo y la inseguridad se alinean con el que está delante de la pantalla, consiguiendo así que mueras de ganas por ver el rótulo de "The End" llegar cuanto antes. Su calidad, su minuciosidad y su guión - nunca simplista e intentado siempre que todas las conversaciones sean ricas- hacen que los tres Oscars conseguidos sean muy merecidos. 

Los Productores con sus estatuillas

Tal vez, lo bueno de este thriller es que no es patriota. Los estadounidenses son los que llevan la pólvora, encienden la chispa, y dejan plena libertad al fuego para devorar todo a su paso. No hay nada en la película que intente ocultar eso, así como tampoco que Jomeini iba en contra también de aquellos que no se arrodillaban ante él. El punto más reseñable de este filme es la capacidad de hacerte sentir en el Irán de finales de los 70.